Por Pedro Lipcovich
En discotecas u otros ambientes con ruido, “conviene utilizar protección personal, como los tapones auriculares –sugiere Mario Serra, titular del Cintra–: los ‘amasables’, hechos con poliuretano, bajan entre 15 y 20 decibeles el nivel sonoro, lo cual suele bastar para salir de la zona de riesgo; no llaman la atención; no impiden que la persona siga oyendo y permiten mantener conversaciones. Muchos músicos de rock los usan. Conviene manejarlos con manos que no estén muy sucias, para no introducir gérmenes en el canal auditivo”.
- “No es bueno usar equipos con auriculares (iPods, MP3, etcétera) en lugares ruidosos como subtes, colectivos o calles céntricas”, propone Serra, y explica: “Estos amplificadores personales no son nocivos en sí mismos: se tornan dañinos según el ambiente en que se los escuche. Para escucharlos bien, tienen que estar entre 10 y 15 decibeles por encima del ruido ambiental: en pleno centro de una ciudad, el sonido ambiente puede llegar a 90 decibeles; en el subte, no baja de los 85, en el límite de lo peligroso para el aparato auditivo. Entonces el usuario pone su equipo a por lo menos 105 o 110 decibeles. Y hay que considerar que el volumen de aire entre el auricular y la membrana timpánica es de sólo un par de centímetros cúbicos: aun pequeños niveles sonoros conllevan una carga tremenda para el oído”.
- Después de la exposición a un ruido intenso, hay que dejar que los oídos descansen, darles tiempo para que se recuperen. “Es común que, al salir de un ambiente ruidoso, la persona no escuche bien o que escuche ruidos (acúfenos): así es como el oído avisa que está sufriendo –explica la investigadora Ester Biassoni–. El umbral auditivo necesita recuperar su estado normal, y no hay que exponerse a nuevos ruidos: no escuchar equipos personales, no poner música fuerte en el auto. Si se suman exposiciones sin que el oído se recupere, el daño aumenta mucho.”