lunes, 7 de diciembre de 2009

Mi Chicharra


En la Secundaria solía ir a estudiar a un parque dentro de un campo petrolero llamado “La Cróele”. Allí, con una si­llita de extensión, repasaba las materias para los exámenes fi­nales. Debajo de un cují, en solitaria paz, leía y memo­ri­za­ba cuantas fórmulas, fechas, nombres, ecuaciones y deri­va­das podrían preguntarnos los profesores del jurado.

Fue un jardín natural: grama verde como piso, flores sil­ves­tres que a cada cierta distancia coloreaban el ambiente. El sonido chasqueado de un crujir constante, sin inter­mi­ten­cias, y en coro múltiple: eran las chicharras que moran en ese paraje. Las chicharras son una suerte de saltamontes que al raspar ciertos elementos de su boca emiten una onda so­nora intensa y se oye a distancias lejanas. Para ello es ne­ce­sario no mezclarlas con los ruidos propios de la civili­za­ción. Esa melodía me ha acompañado muchos años sin que le preste mayor atención.

¡Cuál no sería mi sorpresa que estando en plena ciudad, con ruidos de automóviles, gritos de pregoneros y verdu­le­ros, seguía escuchando a mi chicharra!

Durante unas vacaciones en playa La Restinga, con un silencio absoluto, aparece el canto incesante de mi amiga la chicharra. Acostumbrado a recibir sorpresas toda mi vida, pen­sé que la chicharra me perseguía donde quiera que es­tu­viese y me hacía recordar mis años de estudiante en Maracaibo. Curiosamente, y con un dejo de preocupación, decido investigar sobre las migraciones de los saltamontes, bandadas y plagas mencionadas en la Biblia, y por qué me acompañaba a mí.

Dentro de la incipiente cultura sobre medicina que pudiese uno abarcar, pensé en atribuirle el canto de la chicharra a una leve alza de tensión, cosa que descartó mi facultativo, aunque me recomendó tomar una cita con el otorrino.

Una vez practicados los exámenes de rigor, la audiometría y extracción de cerumen,

el diagnóstico fue un daño en ambas cocleas, como consecuencia probable de golpes. De allí el veredicto: Tinnitus. ¿Y ahora? ¡Vas a tener que vivir con eso! Sabe qué, doctor, hasta ahora me ha acompañado,perseguido y viajado conmigo.

Mi chicharra seguirá conmigo y tendré el consuelo de que mientras ella cante, es señal de que yo sigo vivo.

Sigamos cabalgando, Sancho, que mientras suenan las chi­charras nos publicarán los artículos.

Max Sihman / msihman@cantv.net


Fuente: Nuevo Mundo Israelita de venezuela

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