Sí, amigos, hoy puede ser un gran día.
Ese gran día marcado por los números, en el que todos ejercemos de cabalistas iniciados. ¡El tres! ¡El siete! ¡El cuatro!.. ¡Gran matinal de la radio! Ah, me gustaría que esta dulce cantinela de los niños de San Ildefonso me acompañara todos los días de mi vida, y no esta maldición de acúfenos que se me ha declarado.
¡Guarismos, pedreas, supersticiones, reintegros...! ¿Ha caído ya el Gordo? ¡El nueve! ¡El dos! Esas manos inocentes repartiendo la suerte como sólo Dios sabe hacerlo entre los banderilleros.
Me gustaría asaltar el Palacio de Congresos para llevarme las cinco bolas del Gordo, cobrármelo en efectivo y repartir el dinero entre los desharrapados, como un Robin Hood que actuara en los templos de la suerte.
Congregados en torno a mí como palomas, los niños me besarían las manos. ¡Alegría, alegría! dicen aplicándose en la frente el cava derramado.
Alegría de granujas huérfanos, ladronzuelos dickensianos repartiéndose el botín desvalijado del bombo.
Abonados a la cifra alta del paro. Voy a comprarme ahora mismo zapatones de payaso, a repartir el parné y la alegría por los hospitales, que mi vida sin sentido sirva al fin para algo.
Eso es: voy a llevar la caridad al extremo.
Sin proponérmelo del todo, sólo de imaginarlo, ya he iniciado un camino de santidad: ministro de los nuevos pobres.
¡El seis! ¡El ocho! ¡Trescientos millooones deee peeeseeetas! (Calla, que yo aún lo canto a la antigua: una licencia poética).
fuente: Diario Vasco, España.
http://www.diariovasco.com/v/20111222/al-dia-sociedad/gran-20111222.html
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