viernes, 11 de diciembre de 2009

Acúfeno II

Daniel Sánchez Arévalo

Nací en Madrid, en 1970. Siempre pensé que era la reencarnación de John Wayne, hasta que un día descubrí que murió en 1979. La decepción de no ser el espíritu errante de un cowboy me llevó a estudiar Empresariales.Me aburría tanto en clase de Estadística que acabé descubriendo (o inventándome) una tardía vena literaria. Eso sí, adquirí suficientes conocimientos financieros como para darme cuenta de que iba a ganar mucho más dinero escribiendo guiones para la tele que vendiendo seguros de vida.

Así inicié mi carrera como guionista en series de ficción: Farmacia de guardia, Querido maestro, Ellas son así, Hospital central, etc. Una oportuna beca Fulbright para estudiar un Master de Cine de la Universidad de Columbia (Nueva York) me sacó de la paz y soledad del escritor y me puso en mitad de Central Park detrás de una cámara de SVHS. Allí experimenté por primera vez la magia de transformar en imágenes lo que había escrito, tal y como lo había concebido. Para bien y para mal.

Más de una docena de cortos, entre los que destacan Gol, Exprés (nominado a los Goya), Profilaxis, Física II (preseleccionado a los Oscars) y La culpa del Alpinista (Sección oficial Mostra de Venecia 61), me dieron suficiente experiencia y confianza (a mí y sobre todo a los productores) como para afrontar mi primer largometraje: Azul OscuroCasi Negro, producido por Tesela PC. Estreno el 31 de marzo de 2006 - el día que la audiencia decidirá si es mejor que me dedique a vender seguros de vida.







La gente ha dejado de leer, porque ahora todos escriben.
Y algunos ruedan…
Y algunos escriben y ruedan…
Y algunos ruedan y escriben…
Y algunos posan pareciendo que hacen las dos cosas…
Y algunos ni leen, ni escriben, ni ruedan, ni posan…
Algunos sólo escuchan un pitido.
Pipipipipipipipipiiiiii…
Escrito por Daniel Sánchez Arévalo a las 11:26



Acúfeno 10/04/2008

Fue hace ya más de cuatro meses. A principios de diciembre. De repente me empezó a pitar el oído. No le di mayor importancia. Esas cosas pasan, ¿no? Esas cosas vienen y se van. Pipipipipipipi… Otorrino. Pipipipipipipi… Osteópata. Pipipipipipipi… Técnicas sacrocraneales. Pipipipipipipi… Masajes. Pipipipipipipi… Homeópata. Pipipipipipipi…, Más otorrinos. Pipipipipipipi… Han pasado cuatro meses con un infinito y continuo pipipipipipipipi metido en mi oído izquierdo. Mañana me hacen una resonancia magnética. No vaya a ser que tenga un tumor. Es poco probable. Pero… Pipipipipipipi…

Es en el oído izquierdo, el que uso para hablar por el móvil. El oído por el que se me mete la vida de los demás. Pobre, cuánta mierda tiene que aguantar y tragar. ¿Y si cambio el móvil de oído para hablar? Igual se marcha el acúfeno. O igual me sale otro en el oído derecho. Pipipipipipipi…

Lo he pasado mal. Lo paso mal. Hay días que no me deja ni dormir. Hay momentos en los que me quiero arrancar el oído, volar la tapa de los sesos,... Pipipipipipipipi… Porque además el hijodeputa cambia de frecuencia. Es constante pero variable. Es como si me estuviera mandando código morse. Es como si alguien (o algo) me quisiera hacer llegar un mensaje encriptado. Pipipipipipipi… Tengo un extraterrestre en el oído. Mi oído es la central de operaciones para una invasión extraterrestre. Y a juzgar por la intensidad que ha cobrado el acúfeno últimamente, la invasión debe ser inminente. Acaparen víveres. Y sobre todo, tapones para los oídos.

También tengo otra teoría, aunque mucho menos factible y más descabellada que la anterior. Y es que dentro de diez días comienzo a rodar mi segunda película, Gordos. Los expertos dicen que los acúfenos no son tintineos en el oído sino en el cerebro. Es ruido neuronal. Es el cerebro hablando, mandando señales. Igual el acúfeno es una señal de alarma, de stress, de aviso. Para que no me duerma, para que esté alerta. Pero ya digo, casi mejor que me decanto por lo de la invasión acúfena extraterrestre. Pipipipipipipi…

El caso es que yo para vivir necesito siempre arrastrar algún tipo de lastre. No puedo estar bien y sólo bien. Pipipipipipipi… No puedo ser feliz al lado de la chica más maravillosa del mundo sin que tenga un precio. Pipipipipipipi… No puedo hacer mi segunda película sin pagar un peaje. Pipipipipipipi… No puede ser que todo vaya bien. No, eso no. Pipipipipipipi…

Claro que si lo piensas, un acúfeno es un precio pequeño para que todo vaya bien, ¿no? Un insoportable pitido a cambio del éxito garantizado. Algunos venden su alma al diablo, otros se encomiendan a vírgenes y santos, otros peregrinan de rodilla. Yo me vendo, me encomiendo y peregrino de rodillas hasta mi santuario acúfeno. Así que por favor, acúfeno, no me dejes, no me abandones ahora que estoy a punto de meterme de lleno en esta gran aventura emocional y profesional. Prometo protegerte y cuidarte. Prometo ponerte velas. Prometo darte tus dosis diarias de radiaciones vía móvil. Prometo dedicarte la película. Prometo escucharte más que a mi novia. Prometo hasta ponerte nombre. Pipipipipipipi…

Escrito por Daniel Sánchez Arévalo a las 14:49

fuente: http://www.clubcultura.com/diariode/25/DanielS%C3%A1nchezAr%C3%A9valo.html

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