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miércoles, 5 de agosto de 2009
Poema de Almafuerte, (con referencias a hiperacusia)
Pedro Bonifacio Palacios nació en San Justo, provincia de Buenos Aires, Argentina, el 13 de mayo de 1854 y falleció a los los 62 años, el 28 de febrero de 1917.
Almafuerte es el pseudónimo que mayor popularidad alcanzó, aunque no fue el único que utilizó a lo largo de su vida (sobre todo, en la actividad periodística).
Fue criado por parientes, ya que sufrió la muerte de su madre cuando él era aún pequeño y el abandono de su padre.
La primera meta que se impuso fue la de destacarse en la pintura, pero no tuvo el éxito que esperaba: la beca oficial que solicitó para viajar a Europa le fue negada. Por lo tanto, siguiendo su vocación y sin título oficial, se dedicó a la docencia: tenía sólo 16 años cuando comenzó a dirigir una pequeña escuela en Chacabuco (donde, en 1884, tuvo la posibilidad de conocer a Domingo Faustino Sarmiento).
Tiempo después, Almafuerte dejó esta ciudad para mudarse a La Plata: allí lo esperaba el diario "Buenos Aires" y, más tarde, la dirección del diario "El Pueblo". Su actividad periodística no fue demasiado extensa: sin embargo, desde ese lugar dio una intensa batalla y alentó a los jóvenes de la época, que más tarde participarían del movimiento revolucionario de los ´90.
Durante dos años -desde 1894 hasta 1896- retomó sus actividades en la escuela de la localidad de Trenque Lauquen pero, por temas políticos, fue dejado cesante.
Almafuerte tuvo cinco hijos adoptivos, lo que marca un gran contraste entre la enorme generosidad que tenía para los demás y la pobreza en la que se vio sumergido casi toda su vida.
En uno de sus poemas mas conocidos "Piu Avanti", que se transcribe mas abajo, parece referirse tangencialmente a la hiperacusia, impulsando tal vez a no rendirse ante ella y tratarse de la mejor manera.
Piu Avanti!
No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...
¡Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!
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