Buena parte del tiempo la pasan escuchando música a máximo volumen con los auriculares incrustados en los oídos, a pesar del zumbido que les queda como resaca, sin darse cuenta de que pueden estar dañando su capacidad auditiva, lo cual después les puede traer como consecuencia entender muy poco de lo que se dice en clase.
El fenómeno no es nuevo: pasó con el walkman , pero los MP3, MP4 y iPod son más pequeños, sofisticados, con increíble fidelidad, muy accesibles y se convirtieron en la debilidad de adolescentes y jóvenes.
Aunque muchos fabricantes advierten sobre la posibilidad de pérdida auditiva según el uso que se haga de estos aparatos, los chicos ni se enteran del riesgo en una edad en que lo que se busca es el placer y la diversión.
Tampoco son conscientes del peligro al que se exponen cuando cruzan bocacalles sin tener registro del ruido del tránsito que, si bien todos quisiéramos anular, sirve como alerta para evitarse accidentes.
“Dentro del oído interno, las células encargadas de captar los sonidos agudos son las más expuestas y sensibles al daño ocasionado por el ruido, que las destruye o modifica de tal manera que ya no pueden cumplir su función”, advierte Roque Romero Díaz, otorrinolaringólogo infantil, miembro de la Asociación Interamericana de Otorrinolaringología Pediátrica.
Sordas costumbres. Sobre los MP3, el especialista indica que “en realidad, los equipos por sí mismos no son nocivos; el problema son las conductas de los usuarios, en su mayoría adolescentes, que escuchan a un volumen superior a los 70 decibeles, y la cantidad de tiempo que se exponen”.
Estudios internacionales han demostrado que, por lo general, los chicos escuchan música a un volumen que alcanza a tapar los ruidos del ambiente, o que cuando se trata de sus canciones favoritas suben el volumen más allá de los límites recomendados.
El resultado es que, si la intensidad de ruido es alta, aunque sea por poco tiempo (disparos de armas, pirotecnia, explosiones y la misma música), puede producirse un daño irreversible en las células del oído interno. “La otra situación de riesgo es el tiempo de exposición a los MP3, ya que si el sonido es de menor intensidad, pero muy fuerte y por tiempo prolongado, puede generar daño en la audición”, dice el especialista.
“Además –agrega–, está comprobado que la calidad de los auriculares tiene directa influencia en el posible daño auditivo que pueda producirse”.
Comprensión a medias. Estadísticas de Estados Unidos muestran que el 15 por ciento de los graduados de la escuela secundaria tienen audición igual o peor que sus padres y se considera que la causa está en escuchar música a altos volúmenes. “Los sonidos fuertes se captan como ondas de presión y producen daños mecánicos en las células encargadas de la audición”, explica Romero Díaz.
Así, las células se destruyen, degeneran o mueren de forma irreversible y se pierde la audición.
Uno de los problemas más evidentes es que los jóvenes no captan todo lo que dicen los profesores. “La pérdida de audición comienza, principalmente, para los sonidos agudos, lo cual genera problemas serios de la comprensión del discurso, ya que se pierden las consonantes agudas tales como “f”, “s”, “t” y “ch”, explica Romero Díaz.
Para darse una idea, propone: “Imaginémonos escuchando la palabra “salchicha” o “chistoso”, omitiendo las consonantes agudas, y veremos que nuestra percepción del lenguaje se encuentra muy afectada”.
Síntomas típicos de agresión al oído son los zumbidos, el aturdimiento y la escasa fidelidad auditiva cuando, por ejemplo, los jóvenes regresan de bailar o de un recital. “El zumbido o acúfeno es un ruido que parece proceder del oído mismo, es de tonalidad muy aguda y, a veces, como un chorro de aire”, precisa el otorrinolaringólogo.
También puede darse la hiperacusia, que es cuando los sonidos normales molestan y generan dolor o la sordera.
“Estos síntomas son generalmente pasajeros –aclara Romero Díaz–, con recuperación en cuestión de horas. Pero si la exposición a estos sonidos es frecuente y durante lapsos prolongados, los daños se vuelven irreversibles”.
Prevención. La audiometría tonal, logoaudiometría y acufenometría permiten saber si hay daños auditivos, inclusive antes de que la persona lo note.
La concientización sobre el problema requiere un trabajo conjunto, con campañas de concientización para evitar hipoacusia a temprana edad.
Los especialistas dicen que en eso es fundamental el rol de padres y docentes.
Fuente: LaVoz.com.ar
http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/salud/cuando-volumen-dana-audicion
El fenómeno no es nuevo: pasó con el walkman , pero los MP3, MP4 y iPod son más pequeños, sofisticados, con increíble fidelidad, muy accesibles y se convirtieron en la debilidad de adolescentes y jóvenes.
Aunque muchos fabricantes advierten sobre la posibilidad de pérdida auditiva según el uso que se haga de estos aparatos, los chicos ni se enteran del riesgo en una edad en que lo que se busca es el placer y la diversión.
Tampoco son conscientes del peligro al que se exponen cuando cruzan bocacalles sin tener registro del ruido del tránsito que, si bien todos quisiéramos anular, sirve como alerta para evitarse accidentes.
“Dentro del oído interno, las células encargadas de captar los sonidos agudos son las más expuestas y sensibles al daño ocasionado por el ruido, que las destruye o modifica de tal manera que ya no pueden cumplir su función”, advierte Roque Romero Díaz, otorrinolaringólogo infantil, miembro de la Asociación Interamericana de Otorrinolaringología Pediátrica.
Sordas costumbres. Sobre los MP3, el especialista indica que “en realidad, los equipos por sí mismos no son nocivos; el problema son las conductas de los usuarios, en su mayoría adolescentes, que escuchan a un volumen superior a los 70 decibeles, y la cantidad de tiempo que se exponen”.
Estudios internacionales han demostrado que, por lo general, los chicos escuchan música a un volumen que alcanza a tapar los ruidos del ambiente, o que cuando se trata de sus canciones favoritas suben el volumen más allá de los límites recomendados.
El resultado es que, si la intensidad de ruido es alta, aunque sea por poco tiempo (disparos de armas, pirotecnia, explosiones y la misma música), puede producirse un daño irreversible en las células del oído interno. “La otra situación de riesgo es el tiempo de exposición a los MP3, ya que si el sonido es de menor intensidad, pero muy fuerte y por tiempo prolongado, puede generar daño en la audición”, dice el especialista.
“Además –agrega–, está comprobado que la calidad de los auriculares tiene directa influencia en el posible daño auditivo que pueda producirse”.
Comprensión a medias. Estadísticas de Estados Unidos muestran que el 15 por ciento de los graduados de la escuela secundaria tienen audición igual o peor que sus padres y se considera que la causa está en escuchar música a altos volúmenes. “Los sonidos fuertes se captan como ondas de presión y producen daños mecánicos en las células encargadas de la audición”, explica Romero Díaz.
Así, las células se destruyen, degeneran o mueren de forma irreversible y se pierde la audición.
Uno de los problemas más evidentes es que los jóvenes no captan todo lo que dicen los profesores. “La pérdida de audición comienza, principalmente, para los sonidos agudos, lo cual genera problemas serios de la comprensión del discurso, ya que se pierden las consonantes agudas tales como “f”, “s”, “t” y “ch”, explica Romero Díaz.
Para darse una idea, propone: “Imaginémonos escuchando la palabra “salchicha” o “chistoso”, omitiendo las consonantes agudas, y veremos que nuestra percepción del lenguaje se encuentra muy afectada”.
Síntomas típicos de agresión al oído son los zumbidos, el aturdimiento y la escasa fidelidad auditiva cuando, por ejemplo, los jóvenes regresan de bailar o de un recital. “El zumbido o acúfeno es un ruido que parece proceder del oído mismo, es de tonalidad muy aguda y, a veces, como un chorro de aire”, precisa el otorrinolaringólogo.
También puede darse la hiperacusia, que es cuando los sonidos normales molestan y generan dolor o la sordera.
“Estos síntomas son generalmente pasajeros –aclara Romero Díaz–, con recuperación en cuestión de horas. Pero si la exposición a estos sonidos es frecuente y durante lapsos prolongados, los daños se vuelven irreversibles”.
Prevención. La audiometría tonal, logoaudiometría y acufenometría permiten saber si hay daños auditivos, inclusive antes de que la persona lo note.
La concientización sobre el problema requiere un trabajo conjunto, con campañas de concientización para evitar hipoacusia a temprana edad.
Los especialistas dicen que en eso es fundamental el rol de padres y docentes.
Fuente: LaVoz.com.ar
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